martes, 17 de julio de 2012

Mallku Khota (la segundita)



Una reflexión popular reza que “los derechos de uno terminan donde empiezan del otro”. Entonces, ¿quién regula nuestros derechos para que sea de esta manera? El Estado como el gran ente organizador de la sociedad entre en juego. El caso Mallku Khota muestra al Estado como un actor pasivo o demasiado lento para realizar acciones para frenar la violencia entre comunarios y, además, el secuestro de cuatro personas.

Según la Constitución Política del Estado (CPE), en el artículo 30, parágrafo 2, inciso 15 indica que “las naciones y pueblos indígena originario campesinos tienen derecho a ser consultados mediante procedimientos apropiados… cada vez que se prevean medidas legislativas o administrativas susceptibles de afectarles… respecto a la explotación de los recursos naturales no renovables en los territorios que habitan… (y tienen derecho) a la participación en los beneficios de la explotación de los beneficios dela explotación de los recursos naturales en sus territorios”.

Vemos que los comunarios defienden sus intereses basados en este artículo. Pero la protesta que realizaron, secuestrando a esas cuatro personas,  de ninguna manera puede ser aceptada ya que estarían violando el art. 15, par. 1 “toda persona tiene derecho a la vida e integridad física. (…) Nadie será torturado, ni sufrirá tratos crueles, inhumanos”; y el par, 2 “todas las personas… tienen derecho a no sufrir violencia física”

El gobierno del MAS actúa de forma dispareja en cuanto a hacer espetar los derechos se refiere. Se tuvo que es esperar que exista un fallecido y cuatro secuestrados, debido a los conflictos, para entrar en acción para que se cesen las agresiones en la comunidad. Después de liberar a las personas cautivas, se dio paso a cumplir el derecho por el cual peleaban los comunarios que está escrito en el artículo 30 de la CPE.

Existen otras medidas para hacer escuchar nuestras demandas, incluso más efectivas. No es necesario violar la integridad física de otras personas, ni recurrir a enfrentamientos y que se derrame sangre. Debemos hacer cumplir nuestros derechos y no podemos vulnerar los del otro, porque existe un camino que es inagotable, el diálogo.

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